-- España Rural: La Transición Española

06 julio 2013

La Transición Española


La reforma política

Al harakiri de las Cortes franquistas le sigue el sí de los españoles al proyecto de reforma política y la preparación de las primeras elecciones democráticas a Cortes desde febrero de 1936. Las situaciones política y social son muy difíciles.
El harakiri.

El 18 de noviembre ocurre la magia, el milagro: más de los dos tercios necesarios de las Cortes franquistas votan a favor del proyecto de ley, firmando pues su misma acta de defunción. No queremos ni pensar en las promesas que convencieron a los jerarcas franquistas: la magia tuvo seguramente algún truco.
A este episodio se le da el nombre de el harakiri.
El 15 de diciembre de 1976 se celebra el referéndum, en el que el 94% de los votantes dice sí al proyecto de reforma política, en las primeras elecciones libres desde febrero de 1936. Libres en el sentido de que no cabe duda de la veracidad del resultado, al contrario de lo que pasó con los dos referendos del régimen franquista. Sin embargo cabe destacar que no es un plebiscito democrático por la simple razón que las fuerzas de la oposición todavía no están legalizadas, por lo que sólo hay campaña institucional a favor de la participación al voto (Habla, pueblo, habla) y por el sí, y llamamientos a la abstención de las fuerzas de la oposición, no legales pero toleradas. Circula durante dicha campaña esta explicación de Miguel Herrero de Miñón, funcionario entonces del Ministerio de Justicia: "no es, sin duda, un referéndum democrático, puesto que no existen las libertades propias de la democracia; pero es un referéndum para establecer la democracia y las libertades que le son propias". De todas formas qué duda cabe de que es un referéndum viciado, puesto que pregunta algo así como: "¿Quieren ustedes la libertad o no?", sin consultarle a nadie de qué forma se va a dar esa libertad y dando a entender que el proceso va a consistir en renovar las leyes del franquismo para que todo quede redondo, para que no haya discontinuidades. Por lo tanto las fuerzas democráticas que, inevitablemente, están a favor de la ruptura, es decir de hacer borrón y cuenta nueva, replantear todo el sistema, no pueden aprobar el referéndum. La abstención alcanza el 23% del censo electoral, pero los que se abstienen rezan porque gane el sí, porque ¿y si hubiese ganado el no? ¿Se hubiese ido todo el proceso al traste? Mejor no pensarlo.


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